por Lilian Uk y Reno Nasvil

miércoles, 22 de octubre de 2014






2001: A SPACE ODYSSEY
(1968)

Stanley Kubrick



140 minutos de delirio lento de marihuana regada con lsd, divididos en cuatro capítulos que bien podrían haber durado la mitad de tiempo cada uno. Así es como definiría yo esta hiperfumadaestelar sobrevaloradísima y considerada ya por la historia del cine una "scify masterpiece". Comienza con dos minutos de negro y ruido que, probablemente tendrían algún sentido en la lisergicada mente de Kubrick pero que para el espectador presenta una mezcla de duda y problema : ¡mierda! ¿¡la peli se ha descargado mal!? Luego vienen los simios que, lo cierto es que molan bastante, y los valoras más cuando ya has acabado de ver la película porque van a ser lo más divertido de estas dos horas y media de tu vida. Monos que se pelean y descubren que pueden matar golpeando y que el miedo que esto produce en los demás les da el poder y que se despiertan un día de la siesta y ¡voila! monolito nuevo frente a la puerta de casa y sin previo aviso. Pasa al siguiente capítulo dejando al espectador intrigado por lo que acaba de ver y esperando encontrar la relación entre los simios y el hombre que viaja ala luna montado en un super avión donde no hay gravedad pero extrañamente las cosas no giran sobre su propio eje, con azafatas vestidas en chandal que le llevan comida líquida. Sobra decir que la película podría ser muda porque paseándonos ya por el minuto 56 del film sólo hemos escuchado tres breves conversaciones: una entre un padre y su hija de seis años vía el prototipo del actual skype, otra en una recepción de butacas rosas en el hall del avión a la luna y la tercera entre colegas comiendo sandwich de pollo y bebiendo café en el espacio exterior. Sí, parece extraño porque lo es.
Así saltamos al capítulo tres en el que tres profesores hibernando, dos astronautas secos y aburridos de su curro y un super ordenador con delirios de grandeza, viajan en una nave circular, probablemente lo mejor de la película y que permite algunos de los planos más interesantes. Y el espectador se pregunta cuándo despertarán los hibernantes y qué pasará con ellos y y espera que expliquen para qué viajan pero... no, que no se haga ilusiones nadie: eso nunca sucede.
Así que el ordenador superinteligente y supereficaz se vuelve superdesconfiado y supermaligno, los dos astronautas tratan de solucionar el problema pero ¿quién gana siempre al ajedrez... tú o la máquina? Y tras otro tanto de silencios y lentitud y algunas escenas de belleza destacable y dos o tres sorpresas-las únicas de roda la película- llega el capítulo cuatro y aquí sí que ya no hay mucho que se pueda decir: ¡ver para creer!. Tras una orgía de luces al más estilo salvapantallas de Mac y un viaje interestelar en busca de un monolito de piedra como el de los simios, el protagonista se ralla y empieza a verse viejo en todas partes hasta saltar inexplicablemente al comienzo de la humanidad... ¿estaba soñando después de ver el extraño caso de Benjamin Button? ¿cómo un viejuno de 80 años más allá de Júpiter, podría convertirse en un feto dentro de una esfera de cristal que flota en el espacio exterior? 
Y por fin... otro silencio, otro negro, una tarea menos en la lista y adiós muy buenas 2001: space odisey. ¡Esperamos no volver a verte!




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